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SEGUNDAS PARTES SI PUEDEN SER BUENAS



Algunos dicen que las segundas partes nunca son buenas, pero en esta ocasión no se ha cumplido.


En el año 2022, mi amigo Javier Rojas, afiliado a la ONCE y montañero ciego, por convicción y pasión, y yo, nos adentramos en otra aventura más, pero en esta ocasión muy diferente a lo que solíamos hacer por nuestra cuenta y a lo que estábamos acostumbrados.


Era una expedición comercial en la que tanto Javi como yo queríamos pasar desapercibidos y ser dos más del grupo.

Por diferentes razones que no viene a cuento mencionar, no se cumplió el objetivo, no porque Javi o yo no estuviéramos preparados, sino porque vimos que ni la ruta ni el sistema de guiado utilizado era para nosotros en ese momento, y no queríamos sacrificar la aventura de terceras personas.


A la vuelta de esa expedición nuestra cabeza empezó a dar vueltas y a preparar lo que sería la expedición inclusiva real que tanto nos merecíamos.

En el año 2023 yo volví con otro grupo de personas en una expedición sin discapacidad, yo con el objetivo de conocer la ruta Marangu y ver las posibilidades que tendría Javi de hacer cima por esa ruta y con otro grupo.



Mi profesionalidad como guía de montaña me dice que nunca se puede ir a lo loco, sin seguridad y a la más absoluta aventura cuando vas con clientes, muchísimo menos cuando entre los clientes hay personas con algún tipo de discapacidad.


Ese año 2023 me di cuenta que el recorrido era mucho más amable y seguro no solo para personas con discapacidad visual, sino para otras personas que quisieran unirse al grupo.


Así fué. A la vuelta de la expedición del 2023 comenzamos a darle forma a lo que sería la expedición inclusiva al Kilimanjaro 2024 que tantas ganas teníamos Javi y yo de completar.

Entrenamientos, reuniones para buscar patrocinadores, y conformar el mejor equipo posible de personas con y sin discapacidad.


Las ayudas no llegaron. Creo que hoy en día la montaña está muy masificada. Ya cualquiera se va de vacaciones al Himalaya. Con dinero “te suben” al Everest o hacer la travesía que se te antoje. La esencia de la montaña un poco se está perdiendo o por lo menos los intereses están cambiando.


Ya no queremos subir al monte porque nos apasiona hacerlo, sino por sacarnos la foto, publicarlo en las redes sociales y ser el más “guay” del falso grupo de amigos virtuales.

Las empresas o instituciones que podrían patrocinar un evento con varias personas con discapacidad ya no ven atractivo un ascenso a una de las montañas más míticas del mundo, así que nosotros seguimos con el proyecto pero sin ningún tipo de ayuda económica.



Nuestra idea era juntar a 4 o 5 personas con discapacidad visual y a personas sin discapacidad que quisieran vivir esta aventura inclusiva con nosotros.

Así fué. Cinco personas con discapacidad entre las que estaba mi buen amigo Javi Rojas, una mujer, ciega total, una persona sordociega y otras dos personas con baja visión.

Entre las personas sin discapacidad había acompañantes de las personas ciegas y el resto montañeros que querían ver, sentir y vivir como las personas con discapacidad se superan y nos dan lecciones hasta en las condiciones más extremas.



La expedición en marcha voló a Tanzania, completó las primeras etapas e incluso hizo cima en la montaña más alta de África y la montaña aislada más alta del mundo.

Pero sus 5895 m de altura sobre el nivel del mar se quedó en un segundo tercero o cuarto plano al vivir todo lo que en esos 7 días de aventura se vivió.



Quizás fuera por la actitud y predisposición del grupo. Quizás fuera por el fantástico, profesional y único equipo de guías tanzanos y porteadores que en todo momento nos mimaron y nos cuidaron.

La verdad es que la unión, el compañerismo y las buenas intenciones hicieron que tuviéramos momentos mágicos en los campamentos, en los tramos del trekking donde se podía descansar y charlar, en el hotel del final y del principio de la aventura…


Nunca borraré de mi retina las imágenes de todo el equipo cantando alrededor de una mesa con productos típicos nuestros que habíamos llevado y queríamos compartir con los más de 30 porteadores que siempre con buenas caras y sin quejas porteaban nuestro material y el material común para comer, desayunar, beber… Con los ocho guías locales que aprendieron de una forma magistral el manejo de las herramientas de guiado por montaña en pocos días, con una actitud envidiable. De los cocineros, que por su culpa nos había sobrado todos esos paquetes de jamón, chorizo, queso etc que pensábamos que nos solucionarían las horas de hambre. Si alguien piensa que a casi 5000 metros no se pueden comer unas patatas fritas casi perfectas, es porque no ha viajado con este equipo que nosotros hemos tenido.



Bueno, el caso es que todos juntos conseguimos que desaparecieran no solo la cima tan deseada para todos y todas. También desaparecieron las discapacidades, las clases sociales, las diferencias por ser hombres o mujeres… no existían clientes, ni guías, ni porteadores ni más ni menos…

Todos cantábamos, reíamos, llorábamos de alegría juntos, iguales, en un entorno mágico, la montaña que tanto nos gusta.

Tampoco podré olvidar nunca las lágrimas de esos chavales, porteadores, emocionados con la guitarra y la voz de una de las integrantes del equipo que nos deleitó y nos hizo transportarnos a otras dimensiones en varios momentos tan místicos como impresionantes y bellos.




Esos momento tanto a Javi como a mi nos hicieron comprender que el objetivo no solo se había cumplido, sino que se había superado y con creces. Que la inclusión había sido real, perfecta.


También teníamos como objetivo conseguir que un grupo de mujeres participaran en esta aventura. Otro objetivo cumplido. No solo había mujeres con discapacidad, también entre las acompañantes del grupo y lo que más nos costó, entre el grupo de guías profesionales tanzanos.

Dos mujeres que siguen luchando en un mundo machista como es el de la montaña y más en un país como Tanzania que en algunos aspectos sus costumbres siguen infravalorando a la mujer.



¿Que más podíamos pedir?

Pues nada, la verdad.

15 cimas de 17 participantes. Todos y todas sin complejos, sin tabús. Cada uno y cada una con su mochila de sueños, de problemas, de preocupaciones. Con peso extra que hacía que el camino fuera más duro y con la idea de quitar ese peso en la cima del Kilimanjaro.

Todos volvemos con una experiencia de vida única. Con aprendizajes que solo en una aventura como esta se pueden vivir.



Y Javi además de vivir y ser partícipe de todas estas vivencias, vuelve con esa cima que de alguna manera se le atasco en el 2022. No creo que sea una espinita la que se ha quitado, pero si se ha demostrado a él (porque no tiene nada que demostrar a nadie) que hay que perseguir los sueños, que muchas veces cuestan, porque la subida al Kilimanjaro no fue fácil, todo lo contrario, fue dura, larga, exigente y difícil. Que lo sueños se hacen realidad con actitud, ayuda y empatía.

Javi ha sido divertido, alegre, serio cuando había que serlo, cabezota como pocas personas que conozca, encantador, amable, entrañable. Con el hemos reído, llorado, nos hemos enfadado y hemos aprendido.

Pero sobre todo ha sido el mismo, igual que el resto de las 17 personas que hemos vivido esta experiencia que creo nos marcará de por vida.

¿Quien decía que segundas partes nunca son buenas?

Que me lo pregunten a mi o a Javier Rojas Ibáñez.



Luis Javier Rojas Ibañez.

Montañero afiliado a la ONCE. Apasionado de la montaña y aventurero de su propia vida

Yosu Vazquez Peciña “Senderos Accesibles”

Guía de montaña especializado en personas con discapacidad. “Tu reto es mi sueño”



SALUD AMOR Y MONTAÑA




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