Ya pasado el verano y acercándose poco a poco el frio, echamos la vista atrás para recordar una gran aventura-expedición que marco de forma clara a sus participantes.
Todavía no teníamos corona virus y podíamos planear expediciones y actividades fuera de lo normal y sobre todo fuera de nuestro municipio.
Ninguno de los integrantes del grupo podía imaginar que seria la ultima gran actividad antes de vivir lo que después viviríamos. Encierros perimetrales, confinamientos, enfermedades y muertes, perder el verdadero significado del abrazo y del beso, el contacto… todas esas cosas que hoy en día echamos tan de menos y a las que nos va a costar volver.
Pero viéndolo desde lejos, con tiempo de distancia, todos los que allí estuvieron aprovecharon bien el tiempo para sentir, besar y abrazar, por algo que bien merecía la pena ese contacto que tanto nos cuesta ahora.
Con mucho tiempo de antelación, un grupo de personas con diferentes intereses, inquietudes y capacidades, se embarcaban en una gran aventura que prepararon con mimo.
Todos ellos con nombres propios, historias de superación y objetivos de vida, pero que en esta ocasión se unían para vivir experiencias diferentes, únicas y en algunos momentos extremas.
Por un lado dos guías de montaña. Yosu Vazquez, gerente de la empresa Yosu Vazquez “Senderos Accesibles” guía de montaña especializado en personas con diversidad funcional. Junto a el su compañero José Arco gerente de la empresa Latitud Nómada, guía ártico y conocedor de diferentes travesías árticas.
Sus experiencias guiando a personas ciegas por montaña y las largas conversaciones con montañeros ciegos y con baja visión, les llevo a organizar una travesía por el lago helado del Parque Nacional de Hardangervidda en Noruega.
Las personas ciegas necesitan en todo momento el contacto con su guía para desplazarse. Este guía puede ser su bastón, el brazo de un acompañante, su perro guía, o la barra direccional si lo hacen por montaña.
Algunas de estas personas ciegas, muchas veces comentaban la necesidad de andar con libertad por un terreno donde no hubiera obstáculos, donde no tuvieran que tener contacto con nadie, y por donde pudieran caminar con libertad absoluta.
Este fue el objetivo de Yosu Vazquez y José Arco. Ofrecer esa libertad tan ansiada por algunas de las personas ciegas que participaban en sus actividades.
Buscar ese lugar no era sencillo. Tenia que ser una superficie amplia, sin obstáculos y por donde pudiera andar un grupo con la suficiente distancia como para sentir esa libertad de andar solos, pero seguros.
Solo se les ocurrían dos escenarios. Un desierto o un lago helado. Este ultimo fue el elegido por el equipo.
El Parque Nacional de Hardangervidda, con una superficie de cerca de 8.000 km2 y una altitud comprendida entre los 1.100 y los 1.400 m, es el altiplano más extenso de Europa.
Serian 6 días de travesía con raquetas y pulkas con noches en tiendas de campaña en total autosuficiencia. Sin duda una aventura única en un lugar donde RoaId Amundsen y Fridtjof Nansen planificaron y prepararon sus expediciones a la Antártida y al Polo Norte.
En estos parajes la vegetación es escasa debido a las duras condiciones climáticas (vientos violentos, frecuentes tempestades y un invierno tan glacial como el del norte del país). De hecho, el Hardangervidda se encuentra por encima de la zona arbolada y marca el límite sur de la implantación de numerosas plantas árticas. Aquí se encuentra la mayor concentración de renos del norte de Europa.
El pico Hårteigen, en el centro de la meseta, es como un poste indicador: con sus 1690 metros de atura y su característica forma de sombrero, puede verse prácticamente desde cualquier lugar de la meseta.
El trekking se desarrollaría en condiciones meteorológicas especiales, con temperaturas siempre bajo cero y vientos que pueden provocar sensación térmica muy fría. Una buena condición física y un equipamiento adecuado es fundamental si bien no es necesaria experiencia previa en este tipo de terreno.
Con el escenario elegido solo quedaba completar el equipo.
Primero hablar con una de esas personas ciegas que siempre están dispuestas a la aventura, como era el caso de Javier Roja, montañero si barreras al que los retos no le hacen temblar.
Javi Rojas desde muy joven vivía la montaña de una forma muy especial. Componente de los grupos de Scout de su Vitoria natal, realizo innumerables travesías por Picos de Europa, Pirineos y muchas de las montañas cercanas a su ciudad de residencia.
La perdida progresiva de visión fue limitando sus actividades por montaña con seguridad, hasta que llego el triste momento de colgar su botas de montaña para siempre.
Los años, las casualidades de la vida y por que no, su constancia, hizo que conociera a Yosu Vazquez el cual le propuso volver progresivamente a la montaña.
Para Javi esto no solo fue un regalo, sino que supuso romper con esa barrera que tiempo atrás el mismo se había puesto y le impedía disfrutar con seguridad de la montaña.
Vio que agarrado a una barra direccional y con un grupo de guías con experiencia, la montaña para personas ciegas era posible y segura. Volvió a sentir en el monte (ahora con otros sentidos entre los que no estaba el de vista) ese cansancio, emoción, y sensaciones que solo allí se pueden sentir.
Y era el momento de dar el salto a una experiencia aun mas extrema, dura y diferente.
El resto del equipo lo componían otras cuatro personas amantes de la montaña, Alfonso, Pepe, Javi y Txus que de la misma forma buscaban experiencias diferentes y duras donde poder ver los limites personales, físicos y mentales, y al mismo tiempo “ayudar” a cumplir el sueño de Javi.
El equipo formado, los entrenamientos realizados y la fecha puesta. Seria a mediados de febrero, cuando las condiciones en Noruega son las idóneas para encontrar el lago lo suficientemente helado como para vivir sobre el los 6 días que duraría la travesía.
La infraestructura no era nada sencilla, porque además del equipo personal de cada uno, había que portear tiendas de campaña, material y utensilios de cocina, raquetas de nieve y pulkas para transportar todo.
Ya en el aeropuerto mover tantas cosas seria complicado, y lo fue.
La llegada al primer destino fue a través del tren que une Oslo con Finse, pequeña estación localizado a 1.222 metros de altura, la estación de tren mas alta de Noruega. Esta línea de tren une las ciudades de Oslo y Bergen y es considerada como una de los trayectos en tren más bonitos del mundo.
“Nos bajamos del tren, preparamos nuestras pulkas en la estación y desde allí mismo comenzamos nuestra travesía adentrándonos en el parque nacional”
A partir de aquí el grupo se compacto. Había que tener en cuanta que con el grupo viajaba una persona ciega a la que había que atender, pero que también tenia que participar en todo lo relacionado con la actividad grupal. Montaje de campamentos, cocinar, construir muros para protegerse del viento, el baño para hacer sus necesidades etc.
Y todo esto sin olvidarnos de los desplazamientos que también eran fundamentales en el treking.
“Los dos primeros días y por las malas condiciones climatologías de nuestro destino final, los pasamos aclimatándonos en una zona algo mas “civilizada” aprendiendo a montar las tiendas de campaña, derritiendo nieve para conseguir agua, pero también haciendo practicas de orientación y guiado con raquetas”
Javi experimento por primera vez esa sensación de andar sobre la nieve sin contacto con nadie que le guiara, siguiendo la huella de la pulka que iba delante de el haciendo un surco casi perfecto para que el anduviera con libertad.
Casualmente el tren que tenia que trasladar al equipo al destino final en el lago de Finse, fue sepultado por un alud de nieve que obligo al grupo a pasar una noche mas en la estación de tren anterior a la de Finse donde pudieron llegar a la mañana siguiente.
La llegada a esa aislada estación de tren de Finse fue terrorífica. Las fuertes rachas de viento y las bajísimas temperaturas dieron el primer toque de atención al equipo que rápidamente pudo ver la magnitud de la aventura.
Pulkas preparadas, cuerpos cubiertos con ropa, gafas de ventisca y todo lo necesario para no morir en el intento, y a surcar el lago completamente helado y cubierto por una gruesa capa de nieve.
Los primeros instantes fueron tan mágicos como duros. Cada uno arrastraba su pulka. Javi hacia lo propio con la suya siempre bajo la atenta mirada de su guía Yosu que en todo momento le redirigía para no salirse de la huella.
El objetivo era escapar del viento. Dirigirse a una parte del lago donde una pequeña loma les protegiera de ese fuerte viento, de las sensaciones térmicas muy por debajo cero, y poder montar el campamento.
Campamento que habida que montarlo teniendo en cuenta las previsiones de fuertes vientos de los próximos días. Siempre pendientes de los diferentes partes meteorológicos, de la orientación y fuerza de las rachas de viento y de las temperaturas, para construir muros de protección para las tiendas de campaña.
Los días muy fríos, pero las noches mucho mas frías y muy muy largas. En esa época del año anochece muy temprano y las temperaturas bajan de forma radical cuando se mete el sol que prácticamente no calienta nada. Es cuando hay que centrarse en preparar comidas, conseguir agua y descansar.
Durante el día se hicieron practicas de orientación, se aprendió a hacer fuego, se construyeron cuevas en la nieve, y se hicieron diferente treking con raquetas, en los que todo el equipo disfruto y sufrió la fuerza del viento y el frio extremo.
Se hablo mucho de seguridad, de las técnicas para entrar en calor y montar refugios para situaciones de riesgo a las que no había que llegar ya que los dos guías constantemente miraban las previsiones meteorológicas, y la evolución física y mental del grupo.
Los dos últimos días estaban reservados para subir hasta el glaciar de Hardangerjokulen y de nuevo acercarnos hasta la estación de Finse donde darían por completada la aventura.
Ese día el equipo se levanto mas temprano que de costumbre. Había que desmontar el campamento, armar las pulkas y acercarse hasta el glaciar.
Así lo hicieron. Para entonces y con el paso de los días, ya no era un equipo con una persona con discapacidad. Eso dejo de ser así casi desde el primer día. Javi participaba en todas las actividades grupales en igualdad de condiciones, y ese día desmonto las tiendas y armo las pulkas como lo hicieron todos los demás.
Surcando de nuevo el lago helado volvieron a notar el frio helador que se hacia mucho mas intenso según se acercaban a la boca del glaciar.
Javi volvió a andar en solitario varios kilómetros con los ojos empañados por la emoción y el esfuerzo, y todo el equipo se sorprendía de la fortaleza y pundonor de una persona que a pesar de no ver como el resto, en ningún momento tuvo ningún síntoma de debilidad, preocupación ni flaqueza.
La subida al lomo del glaciar fue dura, larga e intensa. Pero en momentos fue épica y gloriosa.
Las imágenes del equipo ascendiendo por laderas de nieve hasta la parte alta del glaciar, nunca se podrán borrar de la retina de los componente de la expedición, pero tampoco del corazón de Javi, que aunque no lo vio, lo sintió, lo vivió y lo escucho de sus compañeros que en todo momento le animaban y relataban todo lo que ellos veían.
Se podría haber ido mucho mas lejos una vez llegados a lo alto del glaciar, pero la sensación de estar metido en el congelador mas potente y que encima alguien se hubiera dejado las puertas abiertas dejando paso un fuerte y azotador viento, hizo que tanto José Arco como guía principal de la expedición como Yosu Vazquez guía de Javi, decidieran terminar en ese lugar el treking por el glaciar de Hardangerjokulen.
Quedaban todavía varias horas de descenso, montar de nuevo el campamento, y pasar la que seria la ultima noche, y seguramente la mas fría según las previsiones.
El descenso fue largo y muy muy frio. Algunos componentes del equipo empezaban a acusar ese frio de forma preocupante en las extremidades, y el simple echo de abrir la mochila para sacar un poco de comida, se convertía en una gran odisea. Quitarte por unos segundos un guante suponía por lo menos treinta minutos de dolor intenso en la mano por culpa del frio. Y quedarse quieto, un riesgo aun mayor.
Cuando estas haciendo montaña en pirineos o los Alpes, puedes soportar frio durante todo el día, pero sabes que al terminar la jornada entraras en un refugio, o volverás a casa donde podrás darte un baño caliente y recuperar fuerzas.
Estar 6 días bajo cero, hace que el cuerpo no llegue a recuperarse nunca. Durante el día intentas mantenerte activo, pero por la noche aunque estés enfundado en tu plumas, dentro del saco, y metido en la tienda de campaña, el frio es tan intenso que el cuerpo no deja de trabajar para mantenerse caliente. Esto hace que a lo largo de los días el cansancio sea mucho mas acusado que en condiciones normales.
El descenso del glaciar hizo mella prácticamente en todo el equipo.
Los dos guías tuvieron que tomar la decisión de seguir con el plan de montar de nuevo campamento, o hacer la jornada algo mas larga para llegar hasta la estación y coger el tren que les llevaría al calor.
De cualquier forma y se tomara la decisión que se tomara, los guías siempre contaban con un “plan B” para no poner en riesgo en ningún momento la seguridad de todos los miembros del equipo.
Esto daba seguridad y confianza al grupo, que como no podía ser de otra forma, dejaban en manos de sus guías la ultima palabra y decisión.
Se valoraron muchas cosas, pero sobre todo la seguridad.
Todos estaban cansado. Algunos ya no eran capaces de entrar en calor las manos y mucho menos de quitarse un guante ni por un segundo.
Las expectativas se habían cumplido y con creces. Ese ultimo día había sido muy largo e intenso, muy emocionante y todos estaban muy satisfechos.
Se pusieron en común las posibilidades de quedarse una noche mas, solucionar de forma inmediata
los posibles contratiempos derivados del cansancio y del frio, o terminar la aventura, y se decidió ir a la seguridad de la estación y marchar con ese buen gusto de boca que les habían dejado los días anteriores.
La sensación fue de éxito total, porque tener que montar otro campamento, pasar otra dura noche y temprano por la mañana desmontar campamento de nuevo, no parecía lo suficientemente atractivo, y no aportaría nada mas a la expedición de lo que ya se había hecho.
De esta forma con ese punto de tristeza por terminar algo en lo que durante tanto tiempo habían soñado, pero con la satisfacción de haberlo hecho bien y de haberlo vivido intensamente, el grupo daba por finalizada su aventura en zona de nieve, hielo y frio. Pero quedaba el regreso.
El viaje en tren hasta Oslo fue largo. Todo el equipo estaba cansado y hubo ratos donde el silencio mandaba.
Todos habían cumplido las expectativas. Y todos habían vivido una experiencia de integración y superación donde la discapacidad de Javi no solo no había sido determinante a la hora de tener o no tener éxito, sino que todos se dieron cuenta que cada uno llevaba sus diferentes capacidades que a unos les ayudaba a seguir y a otros se lo ponía mas complicado.
En esos momentos de vuelta a Oslo cada uno repaso su aventura por el lago helado de Hardangervidda. Sus miedos, sus logros, sus actitudes y sus objetivos… Cada uno vivió la aventura desde un prisma muy diferente al de los demás.
Javi lo disfruto, y según contó, volvió a ver, gracias a las explicaciones que en todo momento Yosu y el resto de componentes de la expedición le iban dando del recorrido y de lo que ellos si veían.
La inclusión en actividades de montaña es algo que no se puede negar a nadie. Sean cuales sean sus capacidades y sean cuales sean sus objetivos o metas. Simplemente hay que adaptarse, prepararse y creer que es posible.
De esta forma, Javi, Alfonso, Txus, Pepe, Javi, José y Yosu formaron un equipo capaz de olvidar la diversidad funcional de uno de ellos, para ser un equipo que fue capaz de completar un reto en igualdad de condiciones.
Seguro que esto abre los ojos a muchas personas. Sobre todo a aquellas que a priori no tienen ninguna discapacidad y creen que el hecho de tenerla es un impedimento a la hora de realizar ciertas cosas.
Que equivocados estamos muchas veces.
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